La Biblia, nos enseña que Jesús ha recibido autoridad regia sobre personas de todas las naciones (Dan. 7:13, 14). Por lo tanto debemos considerar y valorar lo que significa para nosotros el dominio de Jesús.
Nuestro modo de vivir demuestra si de verdad creemos que Jesucristo es Rey y si nos sometemos de buena gana y a un grado cabal a su autoridad. Es por eso que nos centramos en la obra que Jesús, después de recibir la unción real, comisionó a sus discípulos (Mat. 24:14; 28:18-20). él, como Maravilloso Consejero, enseñó acerca de las prioridades en la vida (Isa. 9:6, 7; Mat. 6:19-34). El espíritu que manifestarían los seguidores del Príncipe de Paz, según él mismo indicó se hallan en los siguientes textos (Mat. 20:25-27; Juan 13:35). También debemos tener cuidado al no erigirnos en juez y dictaminar si los demás hacen todo lo que debieran; más bien, debemos animarlos a analizar si sus acciones reflejan sumisión a la realeza de Cristo. Al destacar todo lo anterior, reconozca que usted también tiene que obrar igual.
Ponga a Cristo como fundamento. La Biblia asemeja la formación de discípulos a la construcción de un edificio que tiene a Jesús por fundamento (1 Cor. 3:10-15). Por tanto, hemos de conocerlo tal y como lo describen las Escrituras.
Evite ser seguidores de hombres y dirijamos la atención a Cristo (1 Cor. 3:4-7). Cristo dejó un modelo para que “sigamos sus pasos con sumo cuidado y atención” (1 Ped. 2:21). A fin de continuar la edificación, como una guía para la vida.debemos tener muy presentes las actitudes y cualidades que caracterizaron a Jesús, así como a analizar lo que sentía hacia su Padre, su modo de afrontar las pruebas y tentaciones, su sumisión a Dios y su manera de tratar a las personas en diversas circunstancias. Destaquemos la actividad que llenó la vida de Cristo. pues cuando nos enfrentemos a decisiones y pruebas, podremos preguntarnos: “¿Cómo habría actuado él en esta situación? ¿Demostraré que agradezco lo que ha hecho por mí?”.
Cristo en su papel de cabeza de la congregación está haciendo ahora, en su puesto de Rey, una unificación, para reunir a las personas que entrarán vivas en el nuevo mundo.
Como es obvio, no basta con aprender algunos hechos básicos acerca de Jesús. Para ser un verdadero cristiano, hay que ejercer fe en él y amarlo de corazón. Dicho amor se traduce en obediencia leal (Juan 14:15, 21). Además, nos motiva a mantenernos firmes en la fe a pesar de las adversidades, a seguir los pasos de Cristo toda la vida y a demostrar la madurez cristiana propia de quienes están firmemente “arraigados y establecidos sobre el fundamento” (Efe. 3:17). Tal derrotero glorifica a Jehová, el Dios y Padre de Jesucristo.