Su labor no es en vano en lo relacionado con el Señor (1 Cor. 15:58)
En el Pentecostés del año 33, los discípulos fieles que se habían dejado educar por Jesús recibieron el espíritu santo, lo que les dio fuerzas para ser “testigos [...] hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1:8). Aquellos hombres desempeñaron un papel esencial en la predicación de las buenas nuevas “en toda la creación [...] bajo el cielo”, e incluso llegaron a ser miembros del Cuerpo Gobernante, misioneros y superintendentes itinerantes (Col. 1:23). ¡Cuántas bendiciones tuvieron, y cuánta alegría llevaron a la gente! Por lo tanto, participemos significativamente en la gran cosecha espiritual. A diferencia del mundo, que está obsesionado con los placeres y el materialismo, nosotros no vivimos plagados por el dolor y la frustración, sino que sentimos auténtico gozo y satisfacción (Sal. 126:6). Jehová, el Amo de la cosecha, nos dará una recompensa eterna por nuestra “obra [...] y el amor que [mostramos] para con su nombre” (Heb. 6:10-12). w1015/7 3:19, 20