20120309

Texto del Viernes 9 de marzo de 2012

    A [Dios] sea la gloria por medio de la congregación (Efe. 3:21).


En el siglo primero había una congregación cuya extraordinaria unidad daba gloria al Dios verdadero. Nos referimos a la congregación de Éfeso. Según parece, algunos cristianos de allí disfrutaban de una posición acomodada e incluso poseían esclavos, mientras que otros vivían en esclavitud y seguramente eran muy pobres (Efe. 6:59). Además, algunos hermanos eran judíos que habían aprendido la verdad durante los tres meses que predicó Pablo en su sinagoga, mientras que otros eran gentiles que habían dado culto a Ártemis y practicado la magia (Hech. 19:81926). Es patente que la religión verdadera había juntado a personas de orígenes muy diversos. Pero la unidad de los cristianos de Éfeso corría peligro. Pablo ya les había avisado a los superintendentes de la congregación: “De entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hech. 20:30). Además, algunos hermanos no se habían librado por completo del espíritu divisivo que, como les indicó el apóstol, “opera en los hijos de la desobediencia” (Efe. 2:24:22). w10 15/9 3:1, 2