Si algún hombre está procurando alcanzarun puesto de -
superintendente, desea una obra excelente (1 Tim. 3:1).
Ningún hombre se convierte en superintendente de forma automática. Tiene que trabajar con empeño para alcanzar esta “obra excelente”. Y eso incluye atender con verdadero interés las necesidades de sus hermanos (Isa. 32:1, 2). Quien aspira a ser superintendente o siervo ministerial tiene que esforzarse por llenar las condiciones que establece la Biblia (1 Tim. 3:1-10, 12, 13; Tito 1:5-9). Todo varón bautizado debería preguntarse: “¿Participo plenamente en la predicación, y ayudo a otros hermanos a hacer lo mismo? ¿Me preocupo por el bienestar de los demás y procuro fortalecerlos? ¿Se me conoce por ser un buen estudiante de la Palabra de Dios? ¿Trato de mejorar la calidad de mis comentarios? ¿Realizo con entusiasmo las labores que me confían los ancianos?” (2 Tim. 4:5). Sin duda, son preguntas dignas de examinarse. w10 15/5 3:4, 5