La mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco (Ecl. 7:7).
Las presiones de este malvado mundo pueden hacer que la gente se enfurezca. A menudo, esa furia engendra odio e incluso acciones violentas. Desata guerras civiles y conflictos entre naciones, y crea tensiones y disputas en las familias. Pero esto no es nada nuevo. La envidia y la rabia llevaron a Caín, el hijo mayor de Adán y Eva, a matar a Abel, su hermano menor (Gén. 4:6-8). Es cierto que Caín era imperfecto. Pero aun así, tenía libertad de elección, de modo que pudo haberse contenido. De ahí que Jehová le pidiera cuentas por aquel violento acto. La imperfección también nos dificulta a nosotros mantener a raya la ira y la agresividad. Además, en estos “tiempos críticos” existen muchas presiones externas (2 Tim. 3:1). Por ejemplo, los problemas económicos nos someten a un gran estrés. De hecho, tanto la policía como las organizaciones de apoyo a la familia vinculan las crisis financieras con el aumento de la violencia doméstica y los arranques de cólera. w10 15/6 3:3, 4