No tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de nuestras debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que nosotros (Heb. 4:15).
Jesús se compadece de nosotros. Entiende muy bien que somos imperfectos y sabe lo que es el dolor, pues él mismo sufrió por defender la justicia. De hecho, Jehová permitió que afrontara las pruebas finales por sí solo. Tanta fue la presión a la que Jesús se vio sometido que “su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo” (Luc. 22:44). Más tarde, cuando estaba clavado en el madero, exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:45, 46). Tengamos la seguridad de que Jesús ve nuestro dolor. “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador.” (Sal. 72:12.) ¡Cuánto nos alegra saber que ya reina en el cielo y está deseoso de solucionar los males que sufrimos! w10 15/8 4:14, 15
Lectura bíblica para la Conmemoración: Marcos 15:1-47 (14 de nisán durante el día)
Lectura bíblica para la Conmemoración: Marcos 15:1-47 (14 de nisán durante el día)